Las palabras y el mundo
Cuántas veces hemos escuchado esa frase tan popular que dice que “las palabras tienen poder”. La repetimos deliberadamente con tanta fuerza, y no es la misma que aplicamos para entender el poderoso mensaje que dicha afirmación nos intenta transmitir.
A veces, cuando empiezo a fantasear con un mundo ideal -que seguro nos pasa a muchos-, llego a la conclusión, que la vida en si misma, aún con muchas de las injusticias y eventos que no entendemos, es perfecta. Nos cuesta trabajo saber vivirla y llevarla y aunque puede sonar algo obvio, cuando hablamos de un mundo ideal, lo decimos de forma tan impersonal, que es como si se tratara de causas externas y nada de ello tuviera que ver con nosotros. A la gran mayoría, lo primero que se les viene en mente de un mundo ideal, es ese donde no existan el hambre, las guerras, las injusticias, o el sufrimiento. El mundo sería tan distinto si las personas que habitamos en él, fuéramos más honestas, sensatas, compasivas, evidenciando en nuestras actitudes un sin fin de cualidades que están muy lejos de nuestra realidad y de los corazones que habitan este maravilloso espacio que Dios nos regaló.
Si partimos de algo tan simple como la forma en la que nos comunicamos y transmitimos nuestros mensajes y entendiéramos el gran poder que esto conlleva, la realidad sería distinta. Desde naciones hasta familias, han sufrido profundas crisis por una sola causa: un mensaje mal transmitido, una palabra mal dicha o mal interpretada o una falla en la comunicación. Desde que somos concebidos, nuestro cerebro empieza a recibir, captar y codificar todo lo que escuchamos y así vamos creando archivos y guardando en nuestro “disco duro” eso que se dice y/o nos repiten con más frecuencia. No es incoherente creer entonces, que aquel niño a quien se le ha dicho infinidad de veces que “no sirve para nada”, “es un flojo”, o “va ser amargado” termine cumpliendo tal sentencia.
¿Cómo sería entonces la escena del juego si usamos nuestras palabras para transmitir mensajes positivos, llenos de luz y amor, dejando a un lado el anhelo de anteponer nuestra opinión y/o nuestro mapa mental? Considero que crecerían personas más felices, seguras, osadas, con menos muros mentales -esos cimentados en las limitaciones—, y más enfocadas en desarrollar sus habilidades y talentos.
¿Como serían las familias, si las parejas llegaran siempre a los cuatro acuerdos? “Los cuatro acuerdos”, ese libro que alguna vez alguien me recomendó y que todos deberíamos leer. “No supongas, Honra tus palabras, Haz siempre lo mejor y No te tomes nada personal”. Sin lugar a dudas, educaríamos con más amor y sobre todo con el mejor ejemplo. ¿Qué hubiese pasado con ese niño que escuchó muchas veces en su casa argumentos basados en el odio, la escasez, la rabia, la envidia, si hubiese tenido la oportunidad de haberse convertido en alguien diferente a ese ser que tanto daño hace a una sociedad, que descarga palabras y acciones que continuamente retumbaron en su mente desencadenando violaciones, robos y asesinatos.
¿Como serían las empresas, si las personas trabajaran haciendo un buen uso de las palabras? comunicando de forma clara y veraz, fortaleciendo los lazos entre colaboradores en lugar de insistir en recalcar las falencias, desperdiciando el tiempo que se debería dedicar en potencializar las fortalezas y el desarrollo de mejores seres humanos y profesionales.
¿Cómo seríamos nosotros mismos? Si las veces que nos miramos al espejo nos dijéramos, siempre palabras amables basadas en el respeto y amor propio: “Que bien me veo”, “Hoy va ser un buen día”, “Cumpliré mis metas”, “Llevaré acabo mis objetivos”, “Todo va estar bien”.
¿Queremos un mundo mejor? Aprendamos hacer un mejor uso de nuestras palabras; y cuando no haya nada bueno que decir, que el silencio sea el mejor regalo que podamos dar a los demás. Las palabras son energía transformadora, tienen el poder de cambiar el peor escenario en algo maravilloso. No sentenciemos la vida de los otros, ni las nuestras, tampoco el futuro de nuestra ciudad o de nuestros país con palabras negativas, llenas de oscuridad y de pesimismo. Que nuestras palabras sean siempre el reflejo de esa luz que llevamos dentro y que seguro aportará en la construcción de un mundo mucho mejor, porque la realidad es que el mundo en que vivimos no es ese que está afuera cuando salimos de casa, es ese que nosotros mismos decidimos construir con nuestros pensamientos y palabras, esas que al final determinarán nuestra acciones.
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