Tengo que confesar que cuando supe de mi diagnóstico, lo primero que le dije a mi esposo y a mis padres fue: NO quiero que nadie se enteré!. No quería ni imaginarme que las personas se lamentaran de mí, o que los comentarios de personas poco prudentes pudieran afectar mi tranquilidad o la de mi familia.

Estaba en mi proceso de aceptación de la enfermedad y en mi cabeza el escenario que veía era de muucha oscuridad, recuerdo que la primera Doctora  que me leyó los primeros resultados, me dijo: vas a tener que vivir con esa enfermedad toda la vida! 

 Pasaron unos meses cuando fui entendiendo lo equivocada que estaba, primero porque comprendí que había muchas personas en mi vida que merecían conocer por lo que estaba pasando, personas que habían estado a lo largo de mi vida compartiendo muchos momentos, en su mayoría buenos y agradables – puedo decir que la vida siempre me consiente porque cada capítulo de mi vida lo he concluido con un final feliz- y no era justo ni para mí ni para ellos no permitirme compartir este momento.  No es malo mostrar debilidad, vulnerabilidad cuando así nos sentimos, todo esto hace parte de la vida y sobre todo de crecer! Lo importante si es saber CON QUIEN lo compartes.

Es fundamental para llevar una vida armoniosa, feliz y sobre todo para crecer rodearnos de buenas personas, las personas son energía y la energía determina nuestro estado de ánimo, nuestra fuerza, nuestra vitalidad…

Segundo porque entendí que no tenía por qué sentir vergüenza de mi o de mi enfermedad; no puedo negar que hay un momento donde puedes sentir culpabilidad o algo de rechazo hacia tu vida, yo rompí con eso inmediatamente, porque creo en un Dios misericordioso que todo lo hace para bien, así que preferí confiar en El y en su voluntad.

Algo que me sirvió mucho fue pensar en todos los escenarios que para mí eran peores que padecer un cáncer de mama: la pérdida de un ser querido, un trágico accidente o incluso el mismo diagnóstico en un estadio más avanzado, tambien cosas como por ejemplo vivir en soledad, con tristeza, agonía, ansiedad o en una amargura constante, queriendo y envidiando lo del otro, juzgando y criticando, quejándote de tu miserable vida y no hacer nada para cambiarla, eso sí que es peor que cualquier cáncer, es de hecho un cáncer!

Esa reflexión me hizo ver lo afortunada que soy y sobre todo lo agradecida que debía estar, me dio el entendimiento para darle gracias a Dios por todo, incluso por esto que estoy viviendo!

Tercero porque pude abrir los ojos para comprender que si eso me estaba ocurriendo y lo estaba viviendo de la manera como lo estaba haciendo, era porque de alguna forma tenía que alzar mi voz y sin importarme si me escucharan o no, mi deber era entregar mi mensaje, porque lo bueno se debe compartir, porque no debemos callar los regalos que recibimos de Dios y la vida, y la vida me regaló el maravilloso descubrimiento de que no hay circunstancia que determine nuestra felicidad, que en la gratitud encontraremos siempre la puerta a la sanidad física e interior.

Si tú que tienes cáncer, te preocupas por la lástima que puedan sentir de ti, empieza por entender que lo único que importa es lo  que tú sientes por ti mismo….y cuando experimentes lo que es  enamorarte de ti, te darás cuenta que ya las miradas no importan, que ya los comentarios resbalan, que cuando la gente habla, habla más de lo que hay dentro de ellos que de lo que ven en ti.

Si tú que tienes cáncer, sientes que hiciste algo malo para padecer esa enfermedad, entonces créeme que los malos no morirían de viejos, si piensas que es un castigo… el mayor castigo es castigarte a ti mismo… es no confiar en que Dios ya pago en la cruz por toda y cada una de nuestras enfermedades, es no creer que no debemos nada, ni a El ni a nadie.

Si tú que tienes cáncer, estas tan enfocado en quejarte que no te has dado el tiempo para entender tú mensaje… cuando lo hagas, no olvides en gritarlo al mundo porque así todo habrá valido la pena y así tu búmeran ya habrá rebotado amor…