Mi vida desde aquel 7 de abril
Si pudiera darle PLAY a la historia de mi vida dos años atrás, hoy sería uno de esos días en que con unas palomitas de maíz, me sentaría plácidamente a ver esa película. Recordaría muchos momentos cómo aquel 7 de abril que mientras viajábamos por carretera en busca de unos resultados que “ya conocía” sostenía aquella conversación con mi esposo de los cambios que tendríamos que hacer, como si se tratará de cualquier otra mudanza; esas primeras semanas en las que me puse las inyecciones equivalentes a las de mis 34 años de vida, aquel viaje a una montaña en el mar con mi familia, donde le daríamos comienzo a la aventurilla que transformaría mi vida; el día en que me tocó despojarme de la vanidad, del ego, de lo que para ese entonces representaba para mi el máximo de la belleza, los días grises donde no podía levantarme pero también los soleados donde los desafiaba con nuevos retos, oportunidades y aprendizajes, cómo ese curso que me atreví a tomar.
Pondría STOP en los rostros de aquellas personas maravillosas que de no ser por esa novedad no hubiese tenido la fortuna de conocer y sentiría algo de nostalgia, las abrazaría en la distancia. Recordaría aquella pregunta simple pero determinante: Diandra ¿que te hace feliz?; me pasaría por los pasillos de aquel centro de terapia alternativa, mis primeros pasos hacia al verdadero autocuidado, me detendría por minutos en aquellas escenas donde encaré mis miedos: hablé, grité, me desahogué, donde entendí que una de las formas de amarnos, de respetarnos, de valorarnos es estableciendo nuestra zona límite; ese terreno donde nadie más que nosotros puede abonar, sembrar y cultivar; y esa escena me recordaría ese momento de iluminación donde comprendí que más allá de una frase de un libro de autoayuda es en lo que hoy se ha convertido mi nueva realidad: “y es que YO soy la única responsable de mi felicidad”.
Se me saldría una pequeña lagrima al verme escribiendo mi primer post para el blog; porque más allá de la cúrcuma y la guanábana (ese terrible olor que aún no puedo soportar); escribir y contar mi historia fue terapéutico, sanador y liberador. Por supuesto recordaría a mi cata mi fiel cata, lo único que tal vez me dolería de aquella historia sería no haber tenido la valentía de liberarme de ella; pero decido tratarme con amor y comprender que tal vez la mujer que esta viendo la película, es muy diferente a la de aquella escena.
Por supuesto el soundtrack de la película sería “todo va estar bien de barak” mi por siempre y para siempre afirmación. Durante esa historia podría ver una versión mía de descubrimiento, de aproximación con mi alma, de alguien despertándose, de alguien que estuvo dormida por mucho tiempo y se levanta con dudas, interrogantes, de alguien que entendió que la vida no le estaba quitando nada le estaba diciendo: “dime lo que quieres y se te dará”.
Hacer review de esa película, me haría ver el cuadro más completo; con menos espacios en blanco por pintar y EL ENORME PARA QUÉ, esa respuesta que veo cada día, con cada mensaje, con cada persona que se ha identificado con mi voz, con mi historia y la ha motivado a ver esa dificultad como un tesoro que dejo de estar escondido, que tiene en sus manos y que es solo cuestión de encontrar las llaves en la profundidad de su corazón y abrirlo para su libertad. No quisiera hablar de todos los desenlaces felices de esa historia, pero si de uno en particular: MI TRANSFORMACIÓN y el alcance que tiene en LA TRANSFORMACIÓN, que ya puedo ver EN OTROS.
Gracias DIOS!
Con amor,
Diandra Iguarán G.
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