LA HISTORIA DE UNA MASTECTOMÍA

Recuerdo que  llegué tan relajada que no me la creía, la sala estaba vacía y me llamaron casi a los minutos que llegué. Muy diferente al día que me enfrentaba a mi primera cirugía, era la primera vez que me sometía a una anestesia general, no paraba de temblar en aquel quirófano, me paralizaba el hecho de saber que iba a cerrar los ojos y no sabía que pasaría después… ¿Y si la anestesia no hacía efecto? ¿Y si sentía mucho dolor?

Traté de hacer respiraciones profundas, me relajé un poquito y ya después cuando abrí los ojos sentía muuchoo frío, una enfermera se me acercó a decirme que todo había salido bien, que a partir de ese día, ese pequeño aparato (el catéter) me acompañaría día y noche por un buen tiempo! Para ese entonces, no me imaginaba lo transformada que estaría seis meses después, como aprendería a manejar mucho mejor mis miedos y emociones. 

Cuando llegó el momento tan esperado, “la mastectomía”, sentía una paz inexplicable y un alivio de que ya iba a salir de ese monstrico para siempre, pero después de estar ya lista para entrar al quirófano, el doctor nos dijo: ¡es necesario posponer la cirugía para dentro de una semana, hasta que no aclaremos tu panorama! Miré a mi esposo con cara de frustración y desaprobación, pero su mirada me decía: ¡Es lo mejor!

Días antes de la programación de la mastectomía no me sentía nada bien, ese domingo no pude asistir a esas clases que tanto me emocionan, de urgencias me dijeron que era un foco viral, una gripa que se aproximaba, sin embargo yo me seguía sintiendo extraña, el dolor del pecho había disminuido pero en cambio me dolía mucho más el hombro izquierdo, todos me decían: “Debes relajarte, estás estresada por la cirugía…” y hasta yo lo empecé a creer; pero días después me sometía a una ecografía, en el mismo lugar y con el mismo doctor que meses antes me confirmaba mi diagnóstico, sentí un miedo terrible, la misma sensación de unos meses atrás y en cuestión de segundos me imaginé lo peor… y aunque me decían que tenía un ¡¡trombo en la yugular!! ¡¡Sí, un trombo en la yugular!!! Respiré de alivio de saber que nada tenía ver con tumores, metástasis o cáncer!

Aún así, ESO nada tuvo que ver con la cancelación de la cirugía, me tuve que someter a varios estudios, que al final me decían que las quimios habían dejado su secuela en mi corazón.

Después de creerme  victoriosa, de creer que había pasado invicta, que nunca tuve que ir a urgencias, que no se me bajaron las defensas, que no vomité, ni viví esas historias que veía en las películas, y ahora en la vida real con las personas que conocía; la vida me decía: ¡no señorita, todo tiene su precio! Y yo le contestaba: – ¿ pero… y no es suficiente con todo y a lo que me he tenido que someter?, pero luego me susurró al oído: A veces, solo a veces, es necesario corroborar tu FE! 

Entendí que no siempre tenemos todo bajo nuestro control y que hay que fluir con la vida y sus pruebas, con la vida y lo que tenemos que vivir. Reflexioné, que si la vida es como un rompecabezas y no se puede poner una ficha antes que las otras,  entonces ese 30 de octubre la cirugía no era la ficha indicada, “solo Dios sabrá el por qué”, esa frase tan popular pero tan cierta.

Existen momentos que no entendemos por qué no nos sucede eso que tanto queremos, pero con el tiempo entendemos los porqués que algún momento significaron frustración; aún aquellos momentos difíciles donde más sufrimos, esos incluso son los que más valor tienen, porque sin ellos no pudiésemos crecer, no conociéramos eso de nosotros que nos hace invencibles. ¿Saben algo? Ya hoy en día, después de una vivencia cómo esta, son muy pocas las cosas que me pueden hacer daño, nada más cierto que lo que ¡no te mata, más fuerzas te da!

Ahora que ya ha pasado un mes desde la cirugía, que no sacaron ningún monstrico porque ya no existía, lo aniquilaron, lo hicieron añicos, el amor, la fe, la tranquilidad, el poder de las oraciones, de las mías y la de todas las personas que estuvieron ahí en todo momento, algunas en cuerpo otras en alma, los maravillosos seres humanos y profesionales que estuvieron al frente de mi proceso.  Me pongo a pensar y no puedo creer que pasé por un cáncer de mama, por varias quimioterapias que lamieron mi corazón, y además que sobreviví a un ¡¡trombo en la yugular!! ¡¡Que fuerte!! Aun así, siento que mi  corazón late con más ganas que nunca, la vida y sus grandes ironías!

No me falta nada por graduarme de este máster que nunca decidí hacer pero que me dejó la mejor de las enseñanzas: valorar cada segundo de mi vida como si fuera el último.

 

Add A Comment